martes, 12 de agosto de 2008

Ella.. (año 2000)




Como una fina capa de seda que envuelve mi cuerpo son sus caricias.
Su voz, al decir mi nombre, recuerda al canto de las sirenas que hace enloquecer a los marineros.
Sus ojos, cuando me miran, derraman un manantial de sensaciones dentro de mi ser, sus pupilas son el insondable fondo del tranquilo mar celeste de su iris. Cuando los cierra, sólo me queda el tenue sonido de su respiración, el leve contacto de mi piel con su piel, el mundo duerme, y yo velo por ella.

Mientras estoy sólo en el mundo de la consciencia, una egoísta preocupación me sobresalta, ronda mi pensamiento una eterna pregunta que me hace ahogar cada noche. En ese mundo de los sueños habitado por ilusiones y ficciones, poblado de una mezcla de realidad que se aleja de todo lo posible, en donde las reglas que rigen a los mortales se pliegan ante los deseos de aquellos que sueñan, ¿es acaso mía también en ese mundo?

El techo de la habitación se convierte en mi lienzo, y el pincel de mi imaginación empieza a darle forma, cientos de seres cobran vida al paso de esa insustancial pintura que es la magia mental, la imaginación. Bestias aladas, fieras figuras de la mitología que rugen desafiantes, todas amenazando a una grácil figura que esta en el centro, todas peleando entre ellas para conseguir a ese sueño en el mundo de los sueños. El miedo me abandona, y, armado con la espada de la furia me lanzo hacia esos horrores inimaginables en un torbellino de estocadas. Y justo cuando ella esta delante de mí y voy a entrar en el círculo que rodea su presencia, un viento huracanado absorbe toda la realidad hacia el cielo, y me deja caer en un infinito abismo de agonía.

Solo, estoy solo en una explanada brillante que se extiende hacia todos los lugares posibles de visión. El silencio es tan intenso que llega a umbrales insoportables, y mi respiración crea ecos que se desplazan y rebotan en las etéreas paredes de luminosidad. Al fijar la vista, veo una puerta, se distingue del resto de la habitación, porque en comparación con ella todo lo demás es oscuridad, esta hecha de luz pura, de una luz que proviene de un mundo sin normas, que no hace daño a la vista.
Camino hacia ella observando que mientras lo hago la estancia se agranda impidiéndome avanzar. Cuanta mayor es mi velocidad, mas rápidamente crece la estancia. Caigo desolado intentando cobrar el aliento mientras las gotas de sudor perlan mi frente. Y con el último resto de aliento lanzo un grito a la nada, una pregunta que todos los seres humanos estamos obligados a repetir eternamente ¿por qué?

Todo desaparece, y una espiral de negrura se apodera de mi cuerpo, me atrae hacia ella, un torbellino negro arrasa con todo, con nada, me lleva, me sume en lo más profundo que jamas se pueda imaginar, me llena de oscuridad. La caída es tan vertiginosa que me impide respirar, la presión sobre mis miembros es tan fuerte que me hace gritar, grito y mi voz no sale, es llevada a la negrura que lo ocupa todo. La agonía me impide pensar, al fondo se vislumbra un punto de claridad, un punto que a medida que voy cayendo va creciendo y va llenando mi visión, mi mente queda presa del punto. Cuando voy a chocar y creo que todo esta perdido, entro en la claridad, que se compone de una neblina espumosa de un color amarillento, me adentro en ella y su brillo me hace cerrar los ojos, los intento abrir pero no puedo, los abro...

Es de día, los rayos del Sol se derraman en la habitación en un chorro de corriente que pasa a través de la ventana. El viento mece las cortinas haciéndolas bailar, y el sonido de un mundo que empieza a vivir otra vez las atraviesa.
Me incorporo, y la contemplo como quien contempla un famoso cuadro, toco su mejilla, ella despierta y sonríe. ¨¿ Has dormido bien cariño? ¨ pregunto, y ella, con una incipiente sonrisa me dice ¨ si, pues contigo soñé... ¨

martes, 29 de julio de 2008

El viejo baúl del desván: El colgante.

Desde aquel encuentro fortuito con esas extrañas gafas no he descansado...Cada paseo por la calle, cada trayecto al trabajo o cada simple encuentro fortuito con un vecino o conocido convierte mi interior en una dramática sucesión de sensaciones que me conectan con aquel al que miro.




Son tantos sentimientos percibidos en estos últimos días, tantas experiencias de vida las que pasan por mi ser que me siento superado no por el mundo completo, sino por cada pequeño rincón que lo forma.




¿Qué hacer ante la tribulación ajena si ni tan siquiera sé qué hacer a veces con la mía? Cada día el peso de todas estas emociones me arruga un poco más... me hace ensimismarme y pensar constantemente... ¿Qué hacer? No puedo seguir viviendo con esta capacidad de ver que hay detrás de la máscara corpórea de cada ser humano... pero tampoco puedo abandonar ese don y marchar con la conciencia en paz.




Agitado con estos pensamientos, casi mecánicamente bajo las escaleras y llego al sótano. Casi antes de entrar, ya presiento la existencia de ese objeto inanimado... Entre el apulgarado aroma a objeto abandonado, llega también ese aroma a madera vieja mezclado con el de terciopelo gastado... no puedo evitar acercarme y abrir su chirriante tapa.




No consigo recordar el momento en el que introducí la mano y saqué el objeto... pero lo cierto es que de repente me encontré subiendo las escaleras con un colgante en la mano. La brillante piedra ovalada lanzaba destellos esmeralda parcialmente amortiguados por el raído cordel que la sostenía... Y con cada brillo un deseo golpeando en mi mente... colgarmelo...


Quizás fue el hecho de salir de aquel lugar oscuro que me pone nervioso, o que pensar un rato las cosas me calma, pero el hecho era que tenía las cosas claras, sabía perfectamente lo que debía hacer...




Paso tras paso, mientras salía de casa, e iba al encuentro de las personas que había observado últimamente, las palabras que debía decir... los actos que debía de hacer simplemente fueron apareciendo en mi mente... Sabía cuando debía acercarme a alguien para darle unas simples palabras de consuelo, o cuando sencillamente solo debia estar ahí en silencio, acompañando, escuchando. Sabía cuando alguien necesitaba de veras un cafe, y cómo hacer para mejorar socialmente la vida de alguien...


Desde que mis ojos se abren con el primer rayo de luz que atraviesa las cortinas hasta que reposo mecido por el canto de los grillos, hay una misteriosa fuerza que mueve mis pies, agita mis manos, habla por mi boca... un torrente de energía que circula por mis vías nerviosas y conduce cada impulso eléctrico para conseguir la acción correcta... Parece como cosa de magia, un paso hacia la perfección. Pensé que bastaría simplemente con saber lo que el otro siente para poder arreglar un poco este mundo gris, pero ahora que sé qué hacer en cada momento... mis posibilidades parece no tener límite...

miércoles, 11 de junio de 2008

La voz del que no se sabe defender...


Hoy seré una voz cualquiera, quizás la tuya o la mía, eso no importa... pero esa voz trae palabras que deben ser leidas por todos.



A veces dicho como una simple frase de buenos días, pronunciado con inocentes palabras, a veces simplemente dicho de la forma mas directa o incluso emitido entre confusas frases que lo encierran... no importa como, pero que sencilla, que veloz y que prematuramente emites tu juicio.



Me miras a los ojos pensando que con ello ya llegas al fondo de mi alma, sondeas mis hábitos y costumbres, comparas mi día con el día que has tenido, mis sentimientos con los tuyos... Y tras unos momentos das el veredicto. Culpable. Es fácil culpar, sobre todo cuando tú eres juez, abogado y fiscal, yo un simple acusado sin defensa ni justo tribunal, un pobre diablo sentado en el banquillo que con mano trémula sobre biblia balbucea lo que en ese momento consigue argumentar. Siempre es una débil excusa para tí, siempre es una voz delatadora, una frase egoísta... ¡Siempre soy un hombre culpable!



Hasta incluso cuando la criticada ley mantiene el estado de inocencia sobre todos, y nuestro nombre solo vaya detrás de una modesta presunción, incluso entonces dudas de mí.



Te basas en conocerme, mis luces y mis sombras, mi orgullo y mi humildad, mi grandeza y mis miserias... Lees el historial de nuestra relación (si es que la hay) y aportas cargos pasados por los que ya he cumplido pena... ¿Cuantas veces hay que expiar una transgresión para dejar de sufrirla? No sé cuantas mentiras habré dicho en mi vida, pero seguro que son menos de las que pensaste que eran en su momento... No sé cuantas veces habré tenido razón sin tener fuerza para demostrarlo, pero seguro que eran más de las que no despreciaste mis motivos...



Toma un espejo y míralo, mira tus miedos y tu dolor, tu incapacidad para seguir adelante a veces, mira como cojeas al caminar... ahora golpea ese espejo hasta hacerlo añicos... allí detras estoy yo, aterrado y dolido, inmóvil y sin poder seguir, dando pasos cojeando... siguiendo mi camino, tropezando pero felíz, pues ahora he oído el ruido que provocó tu indiferencia al quebrarse, y sé que el muro que nos separaba del entendimiento al fin se ha resquebrajado.

lunes, 9 de junio de 2008

El viejo baúl del desván: Las gafas.

En el oscuro desván del sótano, arumbado en un escondido rincón, hay un apolillado baúl cuyo crujido al abrirse ya es misterioso. Es un típico baúl de polvorienta madera tachonada con remates de metal oxidado.


El rojo terciopelo que antes tapizaba llamativamente su interior, hoy se deja ver discretamente en aquellas partes en las que el uso y el tiempo han firmado un pacto de no agresión contra el material...

Jamás me había detenido a observarlo tan detalladamente, pero hoy ha llamado poderosamente mi atención. Bajo su superficie, adornada por un mapa de cicatrices adquiridos en decenas de viajes, hay viejos objetos que siempre parecieron carentes de valor. Inertes, sí, pero hoy no sé porque, parece que más que estar inanimados, paralizados por falta de vida... parecen quietos, expectantes, simplemente aguardando el momento de ser utilizados.

Casi encima del todo, unas antiguas gafas, aunque de diseño bastante discreto para los canones de la moda actual, despiden destellos dorados al recibir la tenue luz de la estancia. En el lateral de la patilla derecha hay tres letras grabadas...(S.E.H). Parecen siglas... una búsqueda rápida me revela que podrían pertenecer a Sofronius Eusebius Hieronymus, uno de los posibles inventores de las gafas... Rápidamente las tomo, y me dirigo al anticuario mas cércano para comprobar si tienen algun valor económico.

Camino al establecimiento, veo las caras de indiferencia de la gente, oígo el cláxon de los coches y las enfurecidas voces de conductores que discuten constantemente. La ciudad es continuo bullir de grises emociones... adolescentes que miran con caras amenazantes y visten de forma intimidatoria, vagabundos que se emborrachan entre cajas de cartón... De veras es un lugar gris.

El letrero de cerrado por vacaciones me saca de mi ensimismamiento, un viaje en vano. Saco el móvil y llamo a un amigo historiador, quizás el sepa algo sobre las gafas o conozca a algun especialista en el tema. Alarmado me dice que ni se me ocurra deshacerme de ellas, ¨¡Podrían tener un valor incalculable!, si es por dinero yo te pago mas de lo que te de cualquier anticuario! Tráemelas cuando te sea posible¨.

A todo esto... ya despierta mi curiosidad por el tema y dispuesto a probar la tecnología de hace 17 siglos, me pongo las gafas a ver que tal me sientan. En realidad no tengo defectos de visión, pero, noto como a medida que pasa el tiempo mi realidad va cambiando poco a poco, los edificios no se mueven, la carretera sigue ahí, los árboles... pero todo adquiere una nueva dimensión difícil de explicar. De vuelta a casa, las escenas que había contemplado toman un cáriz diferente... Veo a la gente que grita, como almas inquietas y nerviosas, preocupadas por el ahora y por el mañana y no como impacientes idiotas que alteran el silencio. Los amenazantes jóvenes me llegan a través de los cristales como niños faltos de amor que confundidos pierden el rumbo en el mar de la sociedad. EL sucio vagabundo, es un pobre hombre que no sabe como tender la mano, y harto de que se la pisaran tomó la botella, unica boca que le besa, se arropa en cartones, unicos brazos que le mecen... Una lágrima choca contra la acera, y otra resbala por mi mejilla siguiendo el camino de la anterior. Al quitarme las gafas, vuelvo a mi triste mundo, al que me hacía sentir desprecio en vez... en vez de amor, y un pensamiento me invade sin que yo le hubiera abierto la puerta.

Realmente era miope, ciertamente estaba ciego, pues el mundo que veía en nada tiene que ver con el que acabo de descubrir. Estas palabras como un atronador eco que resuena en mi cerebro me acompañaron de vuelta a casa junto a esas increíbles gafas... Necesito reflexionar sobre lo que ha pasado, e investigar... ¿Quié fue el primer dueño de esas gafas? ¿Y del baúl? ...



....Continuará....

miércoles, 9 de enero de 2008

Diré!!!!



DIRE...

Diré que aunque sienta que hubo un ayer

que me impide pensar que el hoy merece la pena,

sé que habrá un mañana que me hará pensar

que siempre habrá algo mejor.

Diré, que por mucho que me cueste,

y muchas sean las dificultades que vea ante mí,

seré capaz de levantarme pensando en que

mi siguiente paso será firme y mi camino será libre,

permitiendome andar sin caer.

Diré que por mucha que sea la oscuridad que hoy me abraza,

y muy densa sea la niebla que me sujeta,

existirá un amanecer que disolverá los lazos que a la noche me atan,

y verterá luz cambiando el miedo que me envolvía

por esperanza y fuerza para afrontar el día.

Diré, que hay cosas en la vida que merece la pena sentir,
y que no debemos dejar que el tiempo las barra y las hunda en el mar del pasado, pues siempre encontraremos en la arena nueva ilusión para nuestro viaje, y nuevas experiencias que nos impidan añorar el pasado.

Diré.. que mientras andaba encontré a mucha gente que me ayudó a ver, a abrir los ojos, a sentir, a vivir, a soñar...