miércoles, 18 de febrero de 2009

El viejo baúl del desván: El vacío


No recuerdo ya cuándo comenzó esta historia, este monótono e involuntario ir y venir cargando con penas y dolores ajenos.

Desde que descubrí aquel baúl en el olvidado desván de una vieja casa heredada no consigo reconocer mi propia vida, mi propia persona. Sí.. mucha gente ha recobrado esperanza, mucha gente que perdió el norte encontró en mí una brújula. Encontró una brújula. En mi... ¿En mí?

Abandonándome, a merced de mi propia memoria, fui viendo el transcurso de los últimos días...

La mirada de gratitud... ancianos ojos que junto a mí, se alegraban de tener algo más que fotos donde posar su mirada. El cariñoso gesto de unas manos, que al apoyarse en mí, celebraban encontrar algo mas que cartones a quien regalar sus caricias... O la simple voz consolada, del normal rostro cercano, que al fin es escuchada... comprendida...


Y en cada momento, en cada instante que repasaba, sentía que algo fallaba.


Decidido, fui hacia el desván una vez más y me senté frente al baúl. El simple hecho de abrirlo y contemplar su interior ya era una casi irresistible tentación a coger un objeto y llevármelo. Dejé que pasara esa primera ola impulsiva, y me sumergí en mi fuerte determinación... Poco a poco comencé a vaciar aquél baúl, hasta que quedó vacío. Era sorprendente la cantidad de cosas que había en él... casi ni siquiera pódía entender como habían cabido todas. Pero lo más sorprendente de todo es que en el ajado fondo había una inscripción... que era mi nombre.

Tardé varios minutos en recuperarme del golpe mental. ¿Casualidad? Los ateos afirman que es el nombre que le pone la gente no versada en estadística a los sucesos que tienen poca probabilidad de ocurrir, pero ocurren. Los creyentes, llaman así al modo que tiene su Dios de hacer que ocurran las cosas... En realidad todo eso era simplemente un monólogo que me recitaba para calmarme y pensar en una explicación lógica que no encontraba.

De repente tuve un flash...comencé a despojarme de los objetos que había tomado; las gafas, el colgante, un reloj que me había ayudado a ser más calculador... la sensación que me embargó al instante me hizo comprender la magnitud de mi error... y de mi acierto... La pregunta que flotaba ahora en mi mente era, ¿seré capaz de superarlo?


...continuará...